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Cartas Perdidas, Corazones Encontrados

3. La Sombra del Arrepentimiento

El callejón era un laberinto de sombras y callejones sin salida. El hombre desapareció entre la oscuridad, dejando a Tomás solo con el eco de sus propias pisadas. Buscó la bolsa a tientas, tropezando con latas y escombros. La angustia lo ahogaba. Sabía que cada segundo que perdía disminuía las posibilidades de recuperar las cartas.

Finalmente, la encontró, tirada en un rincón, con algunos sobres esparcidos a su alrededor. Los recogió con cuidado, sintiendo la textura del papel entre sus dedos. Cada carta era una vida, una historia, una promesa. El remordimiento lo invadió con más fuerza que nunca. Se sentía como un criminal, como alguien que había profanado la intimidad de todo un pueblo.

Se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la pared, y comenzó a revisar las cartas una por una. La mayoría eran facturas, cartas de familiares, invitaciones a eventos sociales. Pero una llamó su atención. Era un sobre blanco, sin remitente, dirigido a una tal "Clara Martínez". La caligrafía era delicada y elegante, como si la hubiera escrito alguien con mucha experiencia.

La abrió con cuidado, sintiéndose culpable por invadir la privacidad de otra persona. La carta estaba escrita con tinta azul, en un papel perfumado con un aroma sutil a lavanda. Era una declaración de amor, una confesión apasionada de un admirador secreto. El autor expresaba su admiración por Clara, su belleza, su inteligencia, su bondad. Le prometía que pronto se revelaría, que le diría todo lo que sentía en persona.

Tomás sintió un nudo en la garganta. La carta era hermosa, llena de sentimientos genuinos. Imaginó a Clara, esperando con ilusión la llegada de su admirador, sin saber que su mensaje corría el riesgo de perderse para siempre. Decidió que tenía que encontrarla, que tenía que asegurarse de que recibiera la carta a tiempo.

Guardó la carta en su bolsillo y se levantó, sintiéndose renovado con una nueva determinación. Tenía un propósito, una misión. Debía encontrar a Clara Martínez y entregarle la carta de su admirador secreto. Pero antes, tenía que denunciar el robo a la policía. Con el corazón apesadumbrado, se dirigió a la comisaría, dispuesto a asumir las consecuencias de sus actos.

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