El cartero que entregó su corazón a un perro callejero
2. La estrategia de las salchichas
La idea llegó a Marcos mientras desayunaba un sándwich de jamón dos días después del último ataque particularmente feroz. 'Si no puedes vencerlos, úneteles', decía el viejo refrán, aunque en este caso sería más preciso decir 'aliméntalos'. En la tienda de la esquina compró el paquete más económico de salchichas, esas que brillaban de lo artificiales que eran. 'Si esto no funciona, al menos no habré gastado mucho', pensó con escepticismo mientras las guardaba en el bolsillo de su uniforme. Al llegar a la temida calle Junín, todo siguió el guión habitual: primero el sonido de las uñas contra el asfalto, luego los ladridos de advertencia, y finalmente la aparición de Toby, listo para la cacería. Pero esta vez, en lugar de correr, Marcos sacó lentamente una salchicha del paquete y la lanzó varios metros adelante. El efecto fue inmediato. Toby frenó en seco, sus orejas se erguieron como radares y su nariz comenzó a temblar compulsivamente. Durante lo que pareció una eternidad, el perro miró alternativamente a Marcos y a la salchicha, claramente en un conflicto interno entre su desconfianza hacia el cartero y su instinto de alimentación. Finalmente, con movimientos cautelosos, se acercó al trozo de carne procesada y lo devoró en dos mordiscos. Pero cuando Marcos intentó dar un paso hacia adelante, Toby retrocedió inmediatamente, emitiendo un gruñido de advertencia. 'Bueno, es un comienzo', murmuró el cartero para sí mismo. Durante las siguientes dos semanas, Marcos repitió el ritual cada mañana, notando pequeños cambios en el comportamiento de Toby: los ladridos eran menos intensos, las carreras más cortas, y a veces el perro incluso esperaba sentado a que llegara el cartero, como si supiera que vendría con su dosis diaria de salchichas. El punto de inflexión llegó un día particularmente lluvioso. Marcos había olvidado comprar las salchichas, y cuando Toby apareció, esperanzado, el cartero solo pudo mostrarle las manos vacías. Para su sorpresa, el perro no atacó. En cambio, lo siguió durante media cuadra en silencio, deteniéndose ocasionalmente como esperando que apareciera el esperado premio. 'Mañana te traigo doble, muchacho', prometió Marcos, sorprendido al darse cuenta de que hablaba con el animal como si pudiera entenderlo, y más sorprendido aún al ver que Toby, al escuchar su voz, movió la cola casi imperceptiblemente antes de darse la vuelta y desaparecer entre la lluvia.