El cartero que entregó su corazón a un perro callejero
3. La herida que cambió todo
Era un jueves gris de principios de otoño cuando Marcos notó por primera vez que algo andaba mal con Toby. Al llegar a la calle Junín, no hubo ladridos de advertencia, ni carreras, ni siquiera ese gruñido bajo que solía ser la antesala de sus encuentros. Preocupado, Marcos redujo el paso, escaneando los habituales escondites del perro. Finalmente lo encontró recostado contra la pared de un edificio abandonado, lejos de su territorio habitual. Toby levantó la cabeza al sentir la presencia del cartero, pero no hizo el menor intento por levantarse. Al acercarse -esta vez sin el miedo habitual a ser mordido- Marcos pudo ver claramente el problema: la pata trasera izquierda de Toby estaba visiblemente hinchada, con una herida abierta que parecía infectada. Peor aún, había rastros de sangre seca en el pelaje alrededor de la lesión. '¡Demonios, Toby! ¿Qué te pasó?', exclamó Marcos, olvidando por completo que hablaba con un animal callejero que hasta hacía pocas semanas intentaba morderlo cada vez que podía. El perro respondió con un quejido apenas audible, sus ojos vidriosos reflejando un dolor que traspasó el corazón del cartero. Sin pensarlo dos veces, Marcos se quitó la chaqueta de su uniforme y, hablando en voz baja y calmada como había visto hacer en películas, envolvió cuidadosamente al animal tembloroso. Toby intentó resistirse, mostrando por un instante esos colmillos que Marcos conocía tan bien, pero estaba claramente demasiado débil para luchar. El viaje en autobús hacia la clínica veterinaria más cercana fue una de las experiencias más incómodas de la vida de Marcos. Recibió miradas curiosas y hasta de disgusto por llevar un perro sucio y claramente callejero en brazos, pero en ese momento le importaba más el bienestar de Toby que la opinión de extraños. En la clínica, la veterinaria, una mujer de mediana edad llamada Dra. Morales, examinó a Toby con profesionalismo. 'Es una herida por mordedura que se ha infectado gravemente', diagnosticó mientras limpiaba la zona afectada. 'Si no lo hubieras traído hoy, probablemente no habría sobrevivido a la noche'. Marcos asintió en silencio, acariciando inconscientemente la cabeza de Toby, quien por primera vez en todos sus encuentros no hizo el menor intento por morderlo. Mientras observaba cómo la doctora administraba los antibióticos y vendaba la pata del perro, Marcos sintió que algo cambiaba dentro de él. Ya no veía a Toby como el enemigo que lo perseguía, sino como una criatura vulnerable que necesitaba ayuda. Y en ese preciso momento, sin que ninguno de los dos lo supiera, comenzaba una nueva etapa en su relación.