¿Entregará Ricardo su amor? Un autógrafo puede cambiarlo todo
Sinopsis: Ricardo, cartero en 1978, vive un amor imposible. Un autógrafo de Julio Iglesias, obtenido con audacia, podría ser la llave para confesar sus sentimientos. ¿Se atreverá?
1. La rutina del silencio
Ricardo Andrada sentía el metal frío de la bicicleta bajo sus manos mientras pedaleaba hacia la oficina de correo. La niebla matinal de Pergamino, en pleno invierno del '78, envolvía las calles en un manto gris. A pesar del frío, un sudor helado le recorría la espalda. No era solo el esfuerzo; era la opresión invisible que pesaba sobre el pueblo, la paranoia que se respiraba en cada esquina.
Llevaba cinco años entregando cartas, conociendo los secretos de cada casa sin siquiera tocar el timbre. Sabía quiénes esperaban noticias buenas, quiénes malas, quiénes vivían en la incertidumbre. Y él, Ricardo, un simple cartero, era el portador de esos destinos.
Pero su propio destino era un sobre sin remitente. Un amor silencioso, un anhelo que florecía cada jueves a las once de la mañana, frente al número 342 de la calle Moreno. Era allí donde vivía Elena, la mujer de sus sueños. Elena tenía ojos color miel y una sonrisa que iluminaba la cuadra entera. Cada vez que le entregaba la correspondencia, sus dedos se rozaban fugazmente, y Ricardo sentía un escalofrío que le duraba todo el día.
Ese jueves, como todos, preparó el sobre con el nombre de Elena, sintiendo que su corazón latía más fuerte de lo normal. Mientras pedaleaba por la calle empedrada, repasó mentalmente la frase que ensayaba cada semana: 'Buenos días, señora. Aquí tiene su correspondencia'. Una frase sencilla, pero que le costaba un mundo pronunciar sin que le temblara la voz.
Llegó al 342 y la vio. Elena estaba regando las macetas con geranios rojos que adornaban la entrada. Su cabello castaño caía en ondas sobre sus hombros, y la luz del sol de la mañana resaltaba la delicadeza de sus rasgos. Ricardo se detuvo frente a la reja, sintiendo que las palabras se le atascaban en la garganta.
'Buenos días, señora', logró decir finalmente, con la voz apenas audible. Le extendió el sobre con la mano temblorosa. Elena le sonrió, y Ricardo sintió que el mundo se detenía por un instante. 'Buenos días, Ricardo', respondió ella, pronunciando su nombre como si fuera una melodía.
Ese día, la sensación de rutina se vio interrumpida por un afiche pegado en una vidriera: 'Julio Iglesias en Pergamino'. Ricardo, que nunca había prestado atención a la música de moda, sintió un vuelco en el estómago. Sabía, por comentarios escuchados al pasar, que Elena era una gran admiradora del cantante español. La idea de Julio Iglesias lo inundó con una punzada de celos y una extraña sensación de oportunidad.