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¿Hasta dónde llegarías por tu deber? Un cartero, una encrucijada mortal.

2. Sombras en el Laberinto

Dimitri pasó los siguientes días observando. Siguiendo los movimientos de los hombres que frecuentaban el bar 'El Escondite', el punto de encuentro de la banda. Aprendió sus rutinas, sus horarios, sus vehículos. Notó la rigidez en sus movimientos, la mirada hosca, el brillo frío del metal asomándose bajo sus chaquetas.

Descubrió que la banda, liderada por un hombre corpulento y tatuado llamado 'El Toro', realizaba transacciones en una bodega abandonada en las afueras de la ciudad. Un lugar aislado, rodeado de maleza y escombros. Un laberinto de sombras perfecto para sus propósitos.

La información era valiosa, pero necesitaba más. Necesitaba saber dónde guardaban el dinero, cómo lo transportaban, cuántos hombres lo custodiaban. Para eso, necesitaba un infiltrado. Y la única persona que se ajustaba al perfil era Sofía, la camarera del 'El Escondite'.

Sofía era una joven discreta, con ojos tristes y una sonrisa forzada. Dimitri la había visto varias veces siendo tratada con desprecio por los miembros de la banda. Sabía que era vulnerable, pero también inteligente y decidida. Era un riesgo, pero un riesgo que estaba dispuesto a correr.

Una tarde, después de su turno, Dimitri la interceptó en la calle. 'Sofía, necesito hablar contigo', dijo con voz suave pero firme. Ella lo miró con desconfianza, pero asintió. La llevó a un pequeño parque cercano, lejos de miradas indiscretas.

'Sé lo que pasa en 'El Escondite'', le dijo. 'Sé a qué se dedica 'El Toro' y su gente'. Los ojos de Sofía se abrieron con sorpresa y miedo. 'No te preocupes', continuó Dimitri. 'No voy a denunciarte. Solo necesito tu ayuda'.

Le explicó su plan, omitiendo la parte de su trabajo como espía. Le dijo que quería robar a la banda, que necesitaba el dinero para ayudar a un amigo que estaba en problemas. Le ofreció una parte del botín a cambio de información.

Sofía dudó al principio. El miedo era palpable en su rostro. Pero la idea de escapar de esa vida miserable, de tener la oportunidad de empezar de nuevo, la tentaba demasiado. Finalmente, aceptó. 'Te ayudaré', dijo con voz temblorosa. 'Pero si me descubren, estoy muerta'.

Dimitri le prometió protegerla, aunque sabía que era una promesa que quizás no podría cumplir. La culpa lo carcomía, pero la necesidad de cumplir su misión era más fuerte. Había cruzado una línea. No había vuelta atrás.

La progresión emocional era evidente. La desconfianza inicial de Sofía, el miedo latente, la tenue esperanza que comenzaba a florecer en su mirada. Dimitri observó cada gesto, cada cambio sutil. La manipulación lo consumía, lo alejaba del hombre que creía ser. Pero la misión, siempre la misión, justificaba los medios. ¿O no?

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