¿Recordar es Vivir? El Legado de un Cartero Olvidado - Una Historia Emotiva
Capítulo 2: Recuerdos de un Pasado en Blanco y Negro
El detonante llegó con la noticia del cierre de la antigua oficina de correos del barrio, un edificio histórico que había resistido el paso del tiempo. En su lugar, construirían un centro comercial, otro símbolo de la modernidad imparable.
Ernesto sintió un puñal en el corazón. Aquel edificio era más que un simple lugar de trabajo; era un santuario de recuerdos, un testigo silencioso de miles de historias de amor, esperanza y dolor. Allí había conocido a su esposa, Elena, fallecida hace cinco años. Allí había celebrado el nacimiento de sus hijos. Aquel edificio era parte de su vida, de su identidad.
Reunió a los carteros más jóvenes en el café de la esquina, un lugar que parecía anclado en el pasado, con sus mesas de madera y el aroma persistente a café tostado.
"Muchachos, quiero contarles cómo era esto antes," comenzó, con la voz temblorosa.
Les habló de los tiempos en que las cartas se escribían a mano, con tinta y pluma, impregnadas del perfume de quien las escribía. Les habló de los largos recorridos a pie, bajo la lluvia o el sol, llevando noticias importantes a familias lejanas. Les habló de la responsabilidad que sentía al saber que en sus manos llevaba un pedazo de la vida de otras personas.
"Antes, conocíamos a cada vecino por su nombre, sabíamos sus alegrías y sus penas. Éramos parte de la comunidad, no solo repartidores de correo," enfatizó, con la mirada fija en los ojos de Juan.
Los jóvenes lo escuchaban con atención, aunque sus rostros reflejaban escepticismo. Para ellos, la historia de Ernesto era solo eso, una historia del pasado, irrelevante en el mundo actual.
Pero Ernesto no se rindió. Sabía que debía transmitir su legado, aunque fuera a unos pocos. Sabía que el valor de su trabajo residía en la conexión humana, en la empatía y en el sentido de comunidad.